

«Mi agradecimiento a la valiosa aportación de la Dra. Déborah Forrester y Manuel Campos, residente de pediatría y estudiante de medicina del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid».
Dada la compleja y dura situación que estamos viviendo, hemos querido hacer un resumen de toda la información sobre el coronavirus que puede ser de utilidad a los cuidadores de niñas y niños en esta situación de pandemia (actualizado a 29/04/2020).
Consideramos que es indispensable que la población se encuentre bien informada para poder tomar las medidas de prevención o tratamiento con la máxima eficacia posible.
Se ha incluido información únicamente de fuentes oficiales. En ningún momento pretendemos suplir la atención individualizada, por lo que en caso de detectarse cualquier síntoma o contacto de riesgo debe consultarse inmediatamente con el pediatra del niño/a.
El coronavirus, aunque ha comenzado a conocerse recientemente en la población general, es un virus de una familia llamada Coronaviridae que se conoce desde ya hace mucho tiempo.
La mayoría de las variantes de este virus afectan únicamente a animales, en los que el virus se mantiene circulando a lo largo del tiempo y que son la “víctima natural” del virus (huésped natural). Son normalmente murciélagos y ratas, que se lo pueden transmitir a otros animales (huéspedes intermedios).
A pesar de esto, una característica muy típica de los virus es su capacidad para mutar, de tal manera que algunas de sus variantes pueden modificarse y, si se dan las condiciones adecuadas de contacto estrecho entre animales y humanos, nos lo pueden contagiar (esto se llama virus zoonótico).
Hasta ahora, solo existían 6 integrantes de la familia de los coronavirus que pueden afectar a humanos:
La enfermedad a la que nos enfrentamos en este momento, que se ha llamado enfermedad por COVID-19, es una enfermedad nueva que se describió por primera vez en Wuhan (una ciudad localizada al sur de China) en diciembre de 2019 como un cuadro de neumonía sin causa conocida. Posteriormente se ha descubierto que es producido por una nueva cepa de esta familia de virus, el SARS-CoV-2, que se identificó por primera vez en 10 de enero y se ha extendido rápidamente por el resto de China y después por todo el mundo (el primer caso en España se registró el 31 de enero). La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el 30 de enero la enfermedad como una emergencia de salud pública a nivel internacional y el 11 de marzo de 2020 la declaró como pandemia.
Aún no conocemos totalmente el comportamiento clínico del virus al disponer de relativamente pocos estudios, pero por el momento sabemos que cuando una persona se contagia por el SARS-CoV-2, puede simplemente presentar el virus en el organismo sin darse cuenta (esto se llama portador asintomático) o puede desarrollar síntomas después de un periodo de incubación de entre 2 y 14 días.
En aquellos pacientes que desarrollan síntomas, normalmente se presentan en dos fases:
Afortunadamente, en los niños es mucho menos frecuente que en los adultos que se desarrollen síntomas, aunque se piensa que el riesgo de contagio es el mismo (pero se detecta menos al no manifestarse). Entre los síntomas que aparecen en población pediátrica destacan:
La forma de manifestarse depende de la edad del niño, de manera que en los más pequeños suelen aparecer cuadros de fiebre acompañados o no de síntomas catarrales y cuanto más mayores son, más se parece la enfermedad a la del adulto (en estos casos la tos seca y fiebre evoluciona más a menudo a neumonía, típicamente bilateral, que puede complicarse con dificultad para respirar).
En niños, las complicaciones de la COVID-19 son poco frecuentes, entre el 1 y el 5% según estudios realizados en niños chinos, aunque hacen falta más estudios para concretarlo.
Entre las complicaciones más frecuentes destacan:
El día 28/04/2020, la AEPED dio la alarma sobre una posible asociación del COVID-19 y dos enfermedades que ya se conocían (sin relación previa con el coronavirus):
Aunque aún no hay evidencia científica en la que apoyarse (no se han hecho estudios al respecto, son datos observados por los pediatras), sí parece, sobretodo por los datos aportados por Reino Unido, Italia, Francia y Bélgica, que los casos de estas dos enfermedades han aumentado, y que en ellos la aparición de una PCR+ por coronavirus es superior. No se sabe a qué se debe la relación, pero ante la falta de más datos, se recomienda que los niños con síntomas compatibles que sean persistentes o que empeoren, sean valorados por un pediatra para descartar estas enfermedades o poder instaurar un tratamiento precoz y evitar complicaciones.
Con los datos y estudios que tenemos hasta el momento, no se ha demostrado que el virus se pueda transmitir durante el embarazo, aunque sí que se han visto algunos casos en China en los que el recién nacido ya tenía defensas contra el virus sin presentar virus como tal en las pruebas. Como estos casos han sido muy pocos, no sabemos por el momento si han sido errores diagnósticos, casos de paso de defensas de la madre al niño o hay otra razón que lo justifique. Hasta tener más datos, creemos que no existe contagio durante el embarazo en caso de madres positivas, ni mayor riesgo de complicaciones en el bebé, excepto las derivadas de la situación de salud de la madre como consecuencia de la COVID-19 (puede haber mayor riesgo de prematuridad, pero como consecuencia de tener que inducir partos por la situación de salud de la madre).
Por otro lado, sí que se han producido casos de contagio durante las primeras horas o días de vida (infección neonatal) , de manera que en embarazadas que tengan a su bebé estando enfermas pero que no tengan síntomas graves, se deben extremar las medidas de higiene para evitar el contagio al recién nacido (mascarilla, guantes, higiene de manos, etc.).
Dado que no se ha identificado virus en la leche materna ni casos de contagio debidos a la lactancia, y teniendo en cuenta que ésta es el mejor alimento para el recién nacido y que es lo mejor para su salud, recomendamos mantener la lactancia materna si la madre lo desea.
La rápida propagación de la nueva cepa de coronavirus ha obligado a tomar medidas extraordinarias en todo el mundo para frenar su evolución y conseguir vencerlo. El Gobierno de España decretó el 14 de marzo de 2020 el estado de alarma, indicando una serie de medidas de prevención y distanciamiento como la limitación de circulación ciudadana a determinados supuestos, cierre de la mayoría de los comercios y la totalidad de los lugares de ocio, educativos y culturales, etc.
Estas medidas, además de ser indispensables para evitar la expansión de la enfermedad, son también estratégicas para evitar que los sistemas de salud se colapsen al tener muchos más pacientes simultáneamente de los que puede abarcar (y, en nuestro caso, enfrentarlo con un Sistema de Salud ya debilitado).
En el caso concreto de los niños, la Asociación Española de Pediatría (AEPed) nos ofrece una serie de recomendaciones que debemos tener presentes:
Afortunadamente, dada la gran implicación de la ciudadanía, los sanitarios y todos los trabajadores indispensables de nuestro país, en las últimas semanas el número de contagios y de personas que han desarrollado enfermedad grave ha disminuido mucho, por lo que podemos rebajar con mucho cuidado algunas de las medidas de prevención en un proceso de desescalada progresivo.
Una de las medidas más celebradas ha sido la salida de las niños a la calle el domingo 26/04/2020. Esta medida había sido recomendada por numerosas instituciones y ha sido una de las primeras en tomarse, pero debemos ser conscientes del enorme riesgo que la desescalada supone y hacerlo con el máximo cuidado, respetando una serie de medidas básicas que impidan que los contagios vuelvan a aumentar al haber más personas en la calle y tengamos que volver a tomar medidas más estrictas.
A día 8 de abril de 2020, existían ya 115 vacunas en desarrollo por todo el mundo, de las cuales 5 ya están en proceso de estudio clínico.
Para su desarrollo, la mayoría de los investigadores están intentando utilizar una proteína que se encuentra en la superficie del coronavirus (proteína S de spike, porque se encuentra en sus salientes de la membrana). El objetivo sería poder introducir en el organismo esta proteína antes de tener contacto con el coronavirus, no asociada al coronavirus con capacidad de producir enfermedad, de tal manera que el cuerpo la reconozca como extraña y genere anticuerpos para defenderse contra ella.
Así, cuando la persona vacunada entre en contacto con el virus de verdad, ya tendrá anticuerpos contra la proteína de su cubierta y el sistema inmunitario podrá destruirlo rápidamente.
A pesar de los numerosos estudios que se están realizando, aún estamos lejos de tener una vacuna que pueda utilizarse de forma masiva, por lo que por el momento tenemos que extremar las medidas de prevención y diagnóstico rápido.
Hay 3 pruebas para el diagnóstico microbiológico del SARS-CoV-2:
Se basan en detectar en una muestra clínica la presencia del material genético del virus (normalmente se recoge una muestra de nariz y faringe con una torunda). Es la técnica de referencia para el diagnóstico porque identifica la población infectada en la fase aguda de la enfermedad para valorar la necesidad de ingreso, tratamiento y aislamiento.
Esta prueba suele ser la primera en realizarse ante la sospecha de coronavirus, pero como cualquier técnica, tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
Entre sus ventajas, destaca que es una técnica es sencilla, rápida (3-4 horas por el momento, aunque se están desarrollando técnicas más rápidas) y bastante fiable.
Entre sus desventajas se encuentra que, al basarse en detectar el material genético del virus, necesita que el paciente tenga una cantidad suficiente del virus en la muestra como para que se identifique. Por ello, puede dar falsos negativos en:
Además, hay que tener en cuenta que puede dar falsos positivos en pacientes que ya han derrotado al virus pero que aún tienen restos de virus muerto en su organismo (o en caso de contaminación de la muestra).
Se basa en detectar algunas proteínas del virus (proteínas N y S) en una muestra del tracto respiratorio del paciente (normalmente de nariz y faringe, al igual que en la PCR). Se utilizan unos soportes que tienen anticuerpos específicos contra estas proteínas, de manera que al ponerlo en contacto con la muestra, si las proteínas están presentes, se fijan a los anticuerpos y esto se puede ver como una marca que aparece en el test.
Las principales ventajas son su rapidez (15-20 minutos), sencillez (no requieren un equipamiento especializado) y bajo coste, pero es menos sensible que la PCR (da mas falsos negativos), por lo que no se aconseja como prueba de elección.
Se basan en la detección de las moléculas que produce nuestro sistema inmunitario para luchar contra el virus (anticuerpos) en una muestra de sangre, en algunos casos venosa (obtenida mediante extracción venosa) y en otros capilar (obtenida con un pequeño pinchazo en el dedo, como cuando se mide la glucosa en pacientes diabéticos). Existen varios tipos en función del detalle de la información que nos aportan:
Para entender estas pruebas, debemos saber que hay dos tipos de anticuerpo que nos aportan información en estas infecciones:
Estas técnicas no son de elección para el diagnóstico inicial porque tardan en positivizarse y son más difíciles y caras de realizar, pero tienen varias utilidades muy importantes:
Estas técnicas pueden tener falsos negativos (al principio de la infección o en pacientes con problemas del sistema inmunitario) y positivos (en pacientes expuestos en el pasado a los otros tipos de coronavirus, que podrían tener anticuerpos muy parecidos y dar positivo en el test).
Los puntos fundamentales del tratamiento de la enfermedad COVID-19 en el momento actual se basan en medidas de soporte y estabilización del paciente, prestando especial atención a mantener una correcta oxigenación y nutrición. Hasta la fecha, en ningún ensayo clínico (que son los estudios más fiables en medicina) se ha demostrado que ningún fármaco sea la panacea contra este virus y pueda eliminarlo definitivamente, por lo que no hay ningún tratamiento establecido con garantías de seguridad y eficacia para el paciente.
Por ello, a la hora de plantearse el abordaje más conveniente para cada paciente, se tendrá en cuenta la gravedad de la enfermedad, la evolución clínica y el riesgo individual y sólo se administrarán terapias específicas a pacientes que no respondan a las medidas generales y presenten un cuadro grave.
Los estudios sobre terapias específicas por el momento son pequeños y están guiados por los conocimientos que tenemos de habernos enfrentado previamente al SARS-CoV y MERS-CoV. No obstante, vamos a comentar las líneas de investigación que se están siguiendo para el desarrollo de un tratamiento específico contra el COVID-19:
Hay que tener en cuenta que una parte muy importante del manejo que muchas veces no es notoria, pero sin embargo sin ella no seríamos capaces de controlar la propagación, son las medidas de control del contagio intrahospitalarias. Hablamos del contacto entre pacientes, entre pacientes y sanitarios, protección ante las secreciones naturales que producimos al respirar, al hablar… Para ello, los sanitarios necesitamos disponer del material y del personal adecuado para poder seguir estas medidas de forma estricta y evitar diseminar la enfermedad.
Por otro lado, se ha postulado que ciertos fármacos (IECA Y ARA, antihipertensivos) pueden ser negativos en pacientes con COVID-19, pero debido a la falta de evidencia y el potencial riesgo de complicaciones en el caso de su suspensión, actualmente se desaconseja la interrupción del tratamiento crónico con ellos porque los riesgos son mayores que los beneficios de retirarlo.